jueves, 4 de agosto de 2011

PRIMERA ETAPA: PRIMERA PRUEBA

Al segundo siguiente de haber salido de la Nutricionista los primeros signos de interrogación comenzaron a invadir mi cabeza. Con el peso ya consumado (118 kg y una altura de 1mts 80 Cm) la entrevista con la profesional había dejado sus primeros interrogantes.
Lo que había quedado claro, más allá de una buena impresión en quien estaba depositando mi salud para lograr mejorar, era que luego de un tiempo prolongado de excesos alimenticios mi predisposición tenía que ser otra.
Es fundamental que la comida sea siempre casera, dentro de sus posibilidades, y no comprada afuera, porque cuando se compra en un negocio nunca se sabe los elementos que se utilizan para su elaboración. Todo se centraba en crear un plan alimentario para empezar a cuidarnos a la mañana siguiente de aquel 30 de agosto de 2011.
Hasta el momento de empezar a realizar la dieta, había tenido muchos fracasos con otros profesionales, no lográbamos entendernos y comprometernos, parte fundamental para que una dieta se haga a conciencia y que la misma se convierta en un estilo de vida y no algo pasajero, porque por mi experiencia personal, los kilos que se bajan se suben rápidamente; me ha pasado que he llegado a bajar 20 kilos para después subir 30 kilos en un abrir y cerrar de ojos.
Con esa experiencia sobre mis hombros, tenía que cambiar el “chip” de mi cabeza, tomar conciencia de que lo que estaba comenzando no era una dieta fugaz, si no que había llegado a mi vida para quedarse, por lo menos hasta bajar los kilos necesarios que oscilaban en los 35 kilos y durante el tiempo que esto llevase aprender a comer; cosa que hasta allí no había intentado hacer.
Un ejemplo de esto era que mis días pasaban entre alfajores triples, sándwiches de milanesas, papas fritas y cosas dulces, en gran cantidad. Mis comidas no tenían nada de ensaladas, nada de platos pequeños y tampoco de comidas elaboradas; y justamente, mis interrogantes estaban referidos a esos cambios de hábitos que en 33 años de vida no había logrado tener.
A la Nutricionista la iba a ver cada 15 días, es decir, que tenía 14 días y 23 hs para disponer de mis alimentos y hacerle caso o no, como tantas otras veces había intentado y a su vez había fracasado.
Del consultorio me había ido con una "hoja de ruta" sobre los alimentos que tenía que injerir, con la tranquilidad de haber encontrado a una excelente profesional, en donde no te prohibía comer nada de lo que estabas acostumbrado, pero sí con moderación.
La base esta en hacer seis comidas por día, en donde, dos tenían que ser fuertes (desayuno y almuerzo), con sus colaciones correspondientes y luego la cena y la merienda, con determinados alimentos que no podían faltar: Vegetales, líquidos y frutas. Pero principalmente una variación de distintos alimentos que combinados produjeran la saciedad necesaria para cortar el apetito.
Mi abuelo materno siempre me dice que: “El estomago funciona como una bolsa elástica, cuanta más comida le echas más se agranda”, y por aquel entonces, yo comía dos o tres platos en la cena y después terminaba incomodo para moverme. y dormir.
Los especialistas cuentan que justamente la cena es la comida que menos abundante tiene que ser, porque nosotros solemos comer e irnos a dormir en un período breve y por consiguiente es la que menos tiempo tenemos para hacer la digestión.
Todo esto significaban muchos cambios, pero lo que más miedo me causaba era no poder mantener mi actitud en el largo plazo; como producir ESE CAMBIO DE MENTALIDAD QUE ME PERMITIERA TRANSFORMARLO EN UN HABITO DE VIDA, a pesar de las reuniones familiares o tentaciones ocasionales que pudiera  atravesar a lo largo de este proceso.
Las comidas que fueron suplantando a las anteriores fueron las tostadas de pan integral con queso crema ligth, ensaladas de zanahoria, tomate, huevo, milanesas de soja, carne roja, pastas “sin queso rallado (antes de la dieta un paquete de queso de 120 grs me duraba una comida – esto es muy nocivo para la finalidad de la dieta, porque tiene muchísimas calorías); en su lugar comencé a reemplazarlo por queso crema ligth y esto evitaba ponerle salsas pesadas, manteca y el TAN TEMIDO QUESO RALLADO.
También empecé a incorporar a mis días las barritas de cereales como colación, y a almorzar porciones de tartas cocinadas en mi casa, de berenjena y zapallitos (mucho más livianas que las compradas en comercios de comidas, de ahí la importancia de cocinarse uno mismo para controlar los ingredientes que se utilizan, en la elaborción, como el aceite).
Por último, en esta segunda entrega, fueron pasando los días y la incertidumbre para saber si estaba haciendo las cosas bien iban aumentando, la primera visita a la Nutricionista después del encuentro inicial era fundamental, aunque los primeros kilos que se bajan siempre están relacionados con el agua que tiene el cuerpo y no tanto con la grasa.
Quince días después de mi primera cita con la Nutricionista estaba lleno de expectativas, los interrogantes seguían presentes, pero la incertidumbre y el desafío personal se había hecho presente en el campo de juego.
Transcurrida la consulta, la balanza indicaba un descenso de 4 kilos, la sensación que me albergaba era de satisfacción, pero siempre con los pies sobre la tierra, porque en todo dieta siempre hay un período de adaptación del cuerpo a la nueva alimentación que permite el descenso de peso rápido, pero que no es definitivo.
A partir de aquella consulta pude comprender que el “compromiso por cambiar mi estilo de vida recién comenzaba y que valía la pena seguir por el mismo sendero, a pesar de los temores”.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario