miércoles, 17 de agosto de 2011

LAS PRIMERAS SEÑALES

Al salir de la consulta con la Nutricionista las sensaciones que me albergaban eran de euforia. Si bien sabía que debía mantener la calma y que esto recién comenzaba, el hecho de obtener el primer envión anímico y haber bajado 4 kilos (118 kilos a 114kg) era fundamental para seguir enfocado en mi objetivo final, que había denominado: “Operación Rescate”.
Para empezar este crucero hacia lo desconocido y decidir cambiar mi estilo de vida fueron determinantes un par de sucesos que, como pieza de rompecabezas, se acoplaron al objetivo final.
En primer lugar, cuando inicie el contacto con la persona que más tarde terminaría siendo mi Nutricionista y más importante aún, sería la responsable de introducir en mí esos conocimientos básicos para comprender los beneficios que tiene una vida sana, resultó que la misma tenía su consultorio a tres cuadras de mi hogar.
Para darle la verdadera importancia que tiene esta feliz coincidencia hay que destacar que el dato de la profesional lo había sacado de un programa de radio en donde habían dado su teléfono, por lo cual su consultorio podía quedar cerca o lo suficientemente lejos como para echar por tierra mi intento de cambiar de hábitos alimenticios.
En segundo lugar, la atención y la “CONTENCIÓN” que recibí por parte de la Nutricionista fue tan acogedor, comprensivo y psicológico que logro un cambio y un compromiso al instante número uno de empezado el tratamiento.
Como narre en ediciones anteriores, había tenido muchos intentos y a su vez, la misma cantidad de fracasos. Necesitaba y buscaba desesperadamente pasar por el consultorio sin ser un número de turno y que en realidad el profesional que me atendiera me dedicará su tiempo para que yo pueda cambiar mi vida.
Soy injusto si digo que a lo largo de mi vida nunca había logrado seguir un tratamiento.
En el año 1999, cuando mi documento indicaba la edad de 23 años, luego de haberme quedado sin trabajo, tuve un aumento excesivo de kilos, había llegado a pesar casi 100 kilos, que para un chico de 23 años era muchísimo.
En esa oportunidad también había encontrado a una profesional excelente, pero esas intenciones por querer bajar de peso se vieron influenciadas por mi desocupación. Esto quiere decir, depresión, falta de actividades, exceso de tiempo disponible y pocas ganas de comer.
Todos estos elementos hicieron la “ensalada perfecta” para que yo pudiera llegar a pesar 69 kilos, al borde de la internación, según mi Nutricionista de turno. Me encerraba en el gimnasio, un poco como forma de terapia por no encontrar una salida a mi desocupación, comía porciones mínimas de comida, tomaba mucho mate y si me sentía cansado o desganado me tiraba en la cama a ver televisión, pero nunca comía de más y tal vez ahí estuviese mi máximo error.
Al contrario de lo que piensan la mayoría de las personas, para hacer dieta es necesario comer en mayor cantidad…Como es esto??? La cuestión es que todos los profesionales te recomiendan o preparan un plan alimenticio en donde tengas por lo menos 6 comidas, para que el cuerpo humano pueda injerir alimentos cada dos o tres horas, el tema estaba en la calidad de los alimentos y no en la cantidad.
Si bien te exigen comer 6 veces al día, por una cuestión de desarreglos que tienen que ver con el día a día, el individuo no puede seguir esa rutina, sino más bien comemos lo que podemos. Esas comidas suelen ser alfajores o galletitas dulces o medialunas. El secreto esta en que hay que reemplazar esos alimentos por otros que no son tan nocivos para nuestro aparato digestivo.
Una vez que conseguí trabajo y la depresión fue quedando atrás, empecé a comer, y al no seguir un plan concientizado y pensar que la dieta era algo que estaba de paso por mi vida, esos kilos que había bajado en un principio ( 30 kilos) los subí en un abrir y cerrar de ojos.
No obstante, esta experiencia y oportunidad que había dejado pasar en mi vida la absorbí como un hecho positivo cuando decidí “volver a intentar”.
En la actualidad y habiendo bajado casi 40 kilos, comprendí que mi cuidado va a tener que ser de por vida. Hay personas que de acuerdo a su metabolismo pueden ingerir distintos alimentos y obtener diversos resultados, sin que por ello quisiera decir que estén bien alimentados.
No es propio de la gente obesa o con problemas de sobrepeso contar con una buena alimentación, hay gente que es delgada que a la hora de comer incorpora los mismos alimentos, que se absorben de distinta manera pero que son igualmente nocivos para su salud.
Este es un error común en el cual reinciden muchas personas que no tienen problemas de sobrepeso. Las grasas saturadas y las calorías excesivas hay que tratar de evitarlas, independientemente del estado físico de las personas, obviamente que la persona que tenga sobrepeso tiene otros riesgos que los delgados no tienen; pero igualmente TODOS NOS TENEMOS QUE CUIDAR!!!.
El 13 de Septiembre de ese 2010 se había registrado mi primera consulta en pleno tratamiento con la Nutricionista. Hasta la llegada de aquel día, llevaba un pequeño registro de las comidas que había hecho y como las había manejado.
En ese lapso, no había sufrido tentaciones, me había podido acoplar correctamente a un plan de trabajo que debía incorporar a mi rutina, para que con el paso del tiempo se convirtiera en costumbre.
A decir verdad, cada mañana que me levantaba pensaba en los riesgos que uno puede llegar a correr si ni bien empezada la dieta decidiese por algún motivo, sea personal o de convicción, dar de baja dicha intención y sumar con esto una nueva frustración.
Sobre todas las cosas, se corre ese riesgo cuando el comienzo de una nueva vida perdura fresco en el recuerdo de sus interpretes, siempre, por lo menos al principio, se esta en riesgo permanente de que alguna reunión familiar o comilona con amigos haga tambalear dicho propósito.
Al principio los días no pasaban más, si bien se trataba de los primeros 15 días de este nuevo experimento, uno pretende, por compromiso y dedicación hacer las cosas bien, pero a contraposición de esto, al no tener la dieta muy armada le surgen un montón de dudas, sobretodo por el tema de algunos alimentos en particular, si son parte de esa dieta o si están permitidos, porque si bien la Nutricionista establece los parámetros de una buena alimentación, en mi caso en particular, la profesional que me atendió no me prohibió terminantemente ningún alimento, si en cambio, comerlos con mayor variación y espaciados; pero casi como una regla matemática los seres humanos no podemos de la noche a la mañana adaptarnos a un plan completamente distinto, todo conlleva nuestro tiempo de adaptación.
Una cuestión clave, que en mi caso logre ajustarme de inmediato es “siempre pesarse en la misma balanza”. Cometemos el error de dejarnos ganar por la ansiedad y pesarnos en distintas balanzas para saber como vamos, ignorando que cada balanza, sea en farmacias o en otros lugares no tienen la misma graduación y pesan distintos.
La clave esta, y esto lo aprendí después de mucho tiempo, de pesarte en la misma balanza, a la misma hora (generalmente conviene a la mañana antes de desayunar) y con la misma ropa (si se puede en ropa interior mucho mejor, pues la ropa modifica el peso inicial).
Otro tema que tenemos que tener en cuenta es que cuando decidimos ponernos a dieta, existe un peso ideal y un peso posible. No voy a profundizar en detalles porque son términos científicos que no estoy capacitado para explicar, lo único que puedo decir al respecto es que el “peso ideal” es una combinación que se da sobre nuestra altura y tamaño, mientras que el “peso posible” contiene un poco más nuestro ADN humano, es decir, entran a jugar ciertos factores como por ejemplo cuantos años llevamos de sobrepeso, y cual fue nuestro peso máximo.
Este punto es fundamental dado que cuando nos ponemos a dieta, uno primero debe alcanzar el peso posible, una vez logrado eso, ya estamos dentro de nuestro objetivo, después nos podremos dedicar de lleno a alcanzar el peso ideal, que como dije antes es más complejo, porque no siempre se alcanza.
Antes de la segunda consulta con mi Nutricionista, había comenzado a realizar 6 comidas. Desayunaba en mis casa, tomaba mucho mate en el trabajo para reemplazar el liquido que no injería en forma de agua mineral (en definitiva tomar mate cuenta como los dos litros que tenemos que tomar de liquido para darle un correcto funcionamiento a nuestro organismo y así limpiar todas nuestras impurezas), hacía la colación (barrita de cereales, yogurt descremado) y almorzaba liviano (tarta de vegetales, echa en casa y no comprada), pollo con puré de calabaza, ensaladas de zanahoria, tomate, chaucha, huevo, y otros ingredientes).
Ya en mi casa, tomaba la merienda que era una tostada con queso crema descremado, o leche descremada con cereales y después la colación de la tarde que era por lo general alguna fruta.
A la noche trataba de cenar liviano, porque como dije en algún testimonio anterior, entre la cena y el momento en donde nos vamos a dormir transcurre muy poco tiempo y entonces nuestro sistema digestivo no tiene el tiempo suficiente para procesar la comida.
Las claves no parecen ser muy complicadas. Se puede comer más en cantidad pero indudablemente tienen que ser comidas sanas, con la menor cantidad posible de grasas, ya que estas comidas lo que producen es mayor adicción y ganas de seguir comiendo, al contrario de las ensaladas o platos de vegetales que contienen mucho agua y producen saciedad.
El lunes 13 de Septiembre a las 18:15 caminaba con destino a la Nutricionista. Tenía mucha intriga por saber si estaba haciendo las cosas bien y matar las dudas que se me habían generado en el transcurso de aquella quincena; las llevaba anotadas en un papel porque no quería dejar nada librado al azar, encima, los primeros kilos de menos no se pueden percibir en un talle de ropa o en un pantalón, o en un cinturón, solamente se ven reflejados en la balanza, en este caso de mi Nutricionista.
Cuando llego la hora de pasar al consultorio y ante la pregunta de la profesional de cómo estaba, mi respuesta fue de aprobación, esperando ansioso subir a la balanza para que aquel acto sea la respuesta contundente a mis acciones.
Al ver que de 118 kilos había pasado a 114 kilos, mi pecho se inflo, acompañado por las felicitaciones de la Doctora, aunque segundos más tardes, los dos coincidimos en que los primeros kilos que se bajan son fáciles pero no determinantes, es decir, lo que se logra bajar contiene mucho componente liquido (es donde va tomando forma el cuerpo) para que más adelante el cuerpo empiece a despedir la grasa acumulada y esos son los kilos sanos que nuestro organismo tiene que expulsar; igualmente la primera prueba había sido satisfactoria y ampliamente superada, pero a su vez, mi compromiso se renovaría automáticamente.
Después vino el tiempo de sacarme los interrogantes sobre todo lo que había acumulado en aquel pequeño lapso, perfeccionar técnicas y pulir mecanismos para llevar acabo la dieta.
A modo de una decisión personal había decidido que durante el proceso de “operación rescate” no iba a ir al gimnasio, la única actividad que iba a llevar acabo iba a ser caminar todos los días 20 cuadras, cuando volvía del trabajo, además de subir al trabajo por las escaleras, aprovechando que trabajaba en un sexto piso, actividad que llevo acabo al día de la fecha.
La Nutricionista siempre me remarco que no importaba cuanta gimnasia hiciera, lo importante era que me moviera, y eso iba a ser. Si empezaba el gimnasio con ese sobrepeso corría el riesgo de sufrir alguna lesión, abandonar rápido la dieta, despertar el apetito y no poder adaptarme a mi nuevo estilo de vida.
El compromiso había comenzado. Mis convicciones estaban claras, mis intenciones tonificadas por mis deseos de volver a ser aquel que alguna vez fui y con el tiempo empecé a comprender los beneficios de llevar una vida sana, alejado de los alfajores, chicitos, milanesas con papa fritas y los excesos en las bebidas, como la cerveza y el vino.
Eso iba a llevar tiempo y no era un “hasta nunca” sino más bien un “hasta luego” aunque me jure a mi mismo que de no ser necesario, jamás iba a recaer en esas tentaciones, que pueden ser muy ricas pero que evidentemente mi organismo no tolera y eso perjudica mi desarrollo.
Esto se iba a ver con el tiempo, por el momento estaba más cerca de la persona que no se podía mover con comodidad que de la persona que ahora soy, con una mayor destreza y un mayor compromiso hacia la calidad de vida que quería para mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario